Límites a nuestros hijos ¿Por qué son importantes?
Cuando mi hija de 8 años no consigue lo que quiere se enfada mucho (grita, insulta y alguna vez me ha pegado empujones y patadas…) ¿Qué ha pasado para que mi hija actúe así? ¿Es normal este comportamiento?
Como todos sabemos este comportamiento no aparece de un día para otro, sino que comenzó un día (hace algunos años) y no tuvo consecuencias negativas de forma que se ha mantenido y agravado en el tiempo.
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Desde la psicología infantil sabemos que algunos padres tienen dificultades para “decir no” a sus hijos por miedo a la reacción que puedan tener (llora, patalea, grita, etc.). Es más fácil darle lo que quiere y así evitamos un mal comportamiento que nos haga sentir incómodos.
Los niños no nacen con las normas ya sabidas, sino que aprenden poco a poco y los maestros son los padres. Estos deben enseñarles qué comportamientos son deseables y cuáles no. Así, los tres primeros años de vida son fundamentales para comenzar a poner límites que deben de ser justos y no demasiado estrictos. Además son importantes porque ayudan a madurar y crecer al niño.
Una de las quejas más usuales de los padres son referidas a la obediencia de sus hijos “No hace caso” y siempre tenemos que repetirle las cosas muchas veces. Los niños necesitan mensajes claros sobre las normas y sobre lo que se espera de ellos para poder aprender a comportarse de forma adecuada.
Los límites:
- Proporcionan seguridad. El niño necesita saber hasta dónde puede llegar su comportamiento. De esta manera, se siente seguro y protegido porque sabe quién está al mando y quién le guía en su aprendizaje. Para él es inquietante darse cuenta de que posee más capacidad de decisión que sus padres. Además aportan seguridad emocional porque convierten su mundo en algo predecible y seguro.
- Enseñan cuáles son las conductas adecuadas. Cuando están claros y no cambian constantemente, el niño sabe si la conducta que practica es adecuada o no y las consecuencias que tiene no cumplir la norma.
- Ayudan a establecer relaciones interpersonales. El niño desde que nace experimenta porque va probando las consecuencias que tienen sus comportamientos y el grado de control que tienen sus padres sobre él. De esta forma aprende cuál es la posición con respecto a los demás miembros de la familia y posteriormente, le resultará más fácil adaptarse a las normas sociales.
- Son un aprendizaje para la vida adulta. Las normas ayudan al niño a que se haga responsable de las consecuencias de su comportamiento. Aprenden que no siempre pueden conseguir lo que quieren y cuando tengan dificultades en la vida adulta sabrán afrontarlas de forma más eficaz sin precisar de alguien que les diga cómo actuar.
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PsicoAbreu, psicólogos en Málaga. Gabinetes de Psicología y Psicoanálisis desde 1995.
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Buenas, toda la razón muy interesante el articulo, pero me podrías poner algunos ejemplos sobre estas partes de texto:
– Los tres primeros años de vida son fundamentales para comenzar a poner límites que deben de ser justos y no demasiado estrictos. Dime como deben ser en los justo y cuales no demasiados estrictos, ejemplos de debería decirle.
– No hace caso y siempre tenemos que repetirle las cosas muchas veces. Los niños necesitan mensajes claros sobre las normas y sobre lo que se espera de ellos para poder aprender a comportarse de forma adecuada.
¿Cuándo no hace caso, como debemos de actuar que tipos de mensajes «claros» ahí que decirles… y, ver como deberían comportarse de forma adecuada.
¡Muchas gracias!
Estimado Diego.
Ante todo gracias por tu interés.
En cuanto a las dudas plateadas:
Las normas las ponemos los padres y es importante tener en cuenta la edad y el nivel de desarrollo del niño, ya que si se ve con demasiadas responsabilidades se bloqueará y si le exiges cosas para las que no posee capacidades tampoco las hará.
Para asegurarnos equilibrio entre lo justo y lo demasiado estricto en la educación de nuestro hijo, es necesario hacerlo de forma afectuosa logrando que el niño comprenda por qué tiene que respetar los limites.
Debemos comunicarle los mensajes de forma clara y mirándole a los ojos. Y si estos mensajes son lógicos serán más fáciles de entender: es mejor decir «Cómete toda la comida para hacerte mayor» que «La comida te la comes y punto». El fin es el mismo, pero el mensaje lo transmitimos de diferente manera.
Cuando un niño le cuesta hacer caso de las ordenes o normas establecidas de los padres, la mejor manera es explicarle por qué debe cumplir la orden o norma de forma que lo pueda comprender tranquilamente y teniendo paciencia hasta que lo asimile. De nada sirve enfadarnos porque puede provocar en el niño una situación de estrés y bloqueo (pataleta). Por ejemplo, tenemos una figura que el niño quiere coger ¿qué hacemos?:
Le explicamos que la figura no es un juguete y le ofrecemos otras alternativas (juguetes, televisión, colaborar en alguna tarea, …). Si aún así no nos hace caso, le volvemos a repetir que eso no es para jugar y si la coge se la quitamos volviendo a explicarle lo mismo. La clave está en ser claros, firmes y pacientes.
Un saludo